domingo, 21 de julio de 2019

La apertura a la vida en el matrimonio





Hoy en día muchas parejas que contraen el sacramento del matrimonio,  al iniciar su vida conyugal, es más común que se pregunten por el número de hijos que ellos "planifican" tener, cuando debieran preguntarse realmente, con cuántos hijos creen ellos, Dios les va a bendecir. 

Lamentablemente la influencia de las ideologías del mundo con respecto a la familia y las políticas de control de la natalidad, sumado a una falta de formación en la moral católica,  producen una confusión en estos conceptos y por ello, se cae en el error de creer que sólo la pareja tiene la facultad o autoridad de disponer sobre la cantidad de hijos dentro del matrimonio. De esta manera, olvidan que su papel es puramente participativo, esto es, colaborar con Dios por medio de un acto de amor, en la creación de una nueva vida.


¿Qué dice la Biblia y el Magisterio de la Iglesia sobre la fecundidad o apertura a la vida matrimonial?

En la Biblia:

Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios y les dijo: Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sojuzgadla;
Génesis 1,28

Los hijos son una herencia del Señor, los frutos del vientre son una recompensa.
Salmo 127,3

El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice:

2366 La fecundidad es un don, un fin del matrimonio, pues el amor conyugal tiende naturalmente a ser fecundo. El niño no viene de fuera a añadirse al amor mutuo de los esposos; brota del corazón mismo de ese don recíproco, del que es fruto y cumplimiento. Por eso la Iglesia, que “está en favor de la vida” (FC 30), enseña que todo “acto matrimonial en sí mismo debe quedar abierto a la transmisión de la vida” (HV 11). “Esta doctrina, muchas veces expuesta por el Magisterio, está fundada sobre la inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador” (HV12; cf Pío XI, Carta enc. Casti connubii).

2367 Llamados a dar la vida, los esposos participan del poder creador y de la paternidad de Dios (cf Ef 3, 14; Mt 23, 9). “En el deber de transmitir la vida humana y educarla, que han de considerar como su misión propia, los cónyuges saben que son cooperadores del amor de Dios Creador y en cierta manera sus intérpretes. Por ello, cumplirán su tarea con responsabilidad humana y cristiana” (GS 50, 2).

Paternidad Responsable no es lo mismo que Cálculo del número de hijos


La Iglesia católica sostiene que, "cuando concurren circunstancias suficientemente graves para evitar un nuevo embarazo, como motivos de salud física o psíquica, situación económica, etc., se puede salvaguar­dar esa importante dimensión del amor que es la unión carnal recurriendo a los períodos infértiles que la propia fisiología impone." En otras palabras, propone los métodos naturales de regulación de la fertilidad que permite a la esposos respetar la riqueza de su sexualidad, en contraposición a los métodos artificiales que son claramente anticonceptivos-abortivos y por ello, su uso es considerado gravemente inmoral. 

Sin embargo, esto no quiere decir que porque los métodos de regulación natural sean lícitos para el matrimonio, se puedan utilizar con una mentalidad "anticonceptiva", esto es, que se busque calcular el número de hijos, con un completo egoísmo y sin respetar las condiciones que establece la Iglesia para su uso. Si se realiza de esta manera, se estaría cayendo en la misma inmoralidad cuando se utilizan los artificiales. 


Estar siempre abiertos a la vida

Kimberly Hahn, conversa y escritora católica, en su libro El amor que da vida. El maravilloso plan de Dios para el matrimonio nos dice : "Los hijos son únicamente y siempre una bendición. Ningún versículo de la Biblia o documento de la Iglesia dice que la apertura a la vida tiene un lado negativo. No se deja entrever por ninguna parte esa "sabiduría" que afirma que los hijos son una carga, un gasto o un obstáculo para el desarrollo profesional o la formación de los padres."


De dicha afirmación que nos da la autora, podemos concluir diciendo, que los matrimonios deben ver en la llegada de un hijo a una bendición o regalo de Dios, no a una amenaza que le malogrará sus proyectos futuros o le traerán consigo muchas necesidades (mayormente superfluas). Por ello, no deben temer abrirse a la vida y constituir así una familia numerosa que espiritualmente bien encaminada, puede llevar esta vocación a la santidad.


Yasmín Oré



































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