Este es un tema que hoy en día muchas mujeres casadas sobretodo católicas, se preguntan al perseguir un ideal de santidad en sus familias y ser así un verdadero ejemplo para otras mujeres en medio del mundo. Sin embargo, para la Iglesia, esta cuestión requiere un profundo análisis y reflexión más allá de responder con un rotundo SI o NO.
Primero, debemos entender que dedicarse a la crianza de los hijos así como a las diversas tareas del hogar no significan simples pasatiempos sino también constituyen un trabajo importante y digno como de cualquier profesionista, a pesar que este no sea remunerado. Por tal motivo, no debemos restarle importancia aun cuando la sociedad influenciada por ideas modernistas - feministas nos presione a hacerlo.
Segundo, que la mujer pueda compatibilizar sus roles de ama de casa y profesional a la vez, es algo que la Iglesia apoya y no lo condena como a veces se puede pensar. Sin embargo, si recomienda que por encima de cualquier profesión debe estar primero su papel de madre y esposa y debe aprender a priorizar estas funciones en lo que respecta al tiempo, al interés, a la dedicación, etc. En algunos casos debido a las múltiples circunstancias (hijos pequeños, familia numerosa, trabajos de jornada larga, estrés, etc.) algunas mujeres han tomado la decisión de dedicarse por un tiempo sólo a su familia y luego volver al campo laboral ejerciendo quizá algunos cambios como una mejor organización, la reducción de la jornada o trabajar en oficios más sencillos inclusos desde casa, mientras otras han optado por renunciar por completo a la vida laboral, abocándose definitivamente a su vida familiar.
Con respecto a estos dos primeros puntos, el sacerdote José Maria Iraburu en su obra “El Matrimonio en Cristo” nos dice algo muy interesante:
Una larga tradición social y cultural limitó a la mujer a sus tareas de esposa y madre, en parte porque el trabajo fuera de la casa requería en otros tiempos una mayor fuerza física. En todo caso, «es indudable que la igual dignidad y responsabilidad del hombre y de la mujer justifican plenamente el acceso de la mujer a las funciones públicas»; con ello la mujer se perfecciona, y la sociedad se beneficia no poco de la presencia activa femenina. Ahora bien, «la verdadera promoción de la mujer exige también que sea claramente reconocido el valor de su función materna y familiar respecto a las demás funciones públicas y a las otras profesiones». Y en este sentido, «la sociedad debe estructurarse de tal manera que las esposas y madres no sean de hecho obligadas a trabajar fuera de casa, y que sus familias puedan vivir y prosperar dignamente, aunque ellas se dediquen totalmente a la propia familia»
En una entrevista a San José Maria Escrivá le preguntaron:
En ocasiones la mujer no está segura de encontrarse realmente en el sitio que le corresponde y al que está llamada. Muchas veces, cuando hace un trabajo fuera de su casa, pesan sobre ella los reclamos del hogar; y cuando permanece de lleno dedicada a su familia, se siente limitada en sus posibilidades. ¿Qué diría usted a las mujeres que experimentan esas contradicciones? ¿Qué diría a las personas que encuentran dificultades para conciliar su vida profesional y familiar?
El remedio —costoso como todo lo que vale— está en buscar el verdadero centro de la vida humana, lo que puede dar una jerarquía, un orden y un sentido a todo: el trato con Dios, mediante una vida interior auténtica. Si, viviendo en Cristo, tenemos en El nuestro centro, descubrimos el sentido de la misión que se nos ha confiado, tenemos un ideal humano que se hace divino, nuevos horizontes de esperanza se abren ante nuestra vida, y llegamos a sacrificar gustosamente no ya tal o cual aspecto de nuestra actividad, sino la vida entera, dándole así, paradójicamente, su más hondo cumplimiento.
No se debe trabajar por perseguir fines egoístas
Por último, debemos de tener en claro siempre, que las mujeres que deciden trabajar fuera de casa, deben hacerlo motivadas no por intereses materialistas, egoístas o de competencia con el varón, sino porque realmente buscan ser un aporte con su trabajo en la sociedad, además de ayudar a su pareja en el sustento económico del hogar. Por ejemplo, hay ocasiones en que ellas prefieren ponerse a trabajar, a que sus esposos sean absorbidos en sus empleos con extensas horas extras, lo cual no les permite gozar de la compañía de ellas y la de sus hijos.
Tampoco es correcto que se busque trabajar solo por obtener lujos sin verse siquiera ambos las caras al día o que se haga para evitar las diferentes responsabilidades que un matrimonio conlleva. Debemos recordar que el trabajo tanto del varón y de la mujer que han formado un matrimonio, debe centrarse principalmente en el servicio a los demás, la realización conyugal y familiar y no en el erróneo concepto de la autorrealización personal.
Yasmín Oré
Enlaces de interés para complementar el tema:
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